Me gustaba viajar desde chica, siempre me encantaron los viajes de vacaciones e inclusive los que eran de parte de la escuela. Conforme fui creciendo cada vez me gustaban más... ¿Qué puedo decir? Me encantaba viajar, pero hubo un momento en que todo lo que yo amaba se esfumó y desvaneció mi gusto por los viajes.
Yo tenía un año de casada y se llegaban las vacaciones, mi esposo y yo habíamos decidido ir al mar, ya que me encantaba sentir la brisa en mi piel. Lo estuvimos planeando por meses, preparamos las fechas, teníamos nuestras maletas listas y todo lo necesario. Faltaba solo una semana para ese día, yo estaba muy emocionada, ya que sería la primer vez que iría al mar con mi esposo. Un día antes de que saliéramos yo le aconsejé que mandara a revisar el carro solo por seguridad. Él con confianza me dijo que ya lo había hecho. Al llegar el tan esperado día, nos preparamos y subimos todo lo que necesitaríamos, teníamos planeado salir en la tarde ya que en el trabajo había unos proyectos aún por terminar. Cuando llegué a casa dejé lo que no necesitaría y partimos, ya era tarde, pero estábamos a buen tiempo. El plan era llegar en la noche.
Durante el camino fuimos escuchando música y platicando acerca de varios temas, fue algo maravilloso para mí, ya que amo platicar. Casi al recorrer más de la mitad del camino el carro comenzó a tener fallas, me percaté de inmediato que mi esposo me había mentido, no mandó el carro al taller; le reclamé con enojo... él se excusó de que no quería atrasarse en lo que estaba haciendo. Fue en ese instante cuando algo en el motor tronó y humo comenzó a salir, detuvo el carro y fue a revisar, tal como me lo había imaginado, el radiador tenía una falla. Solo faltaban 70 kilómetros para llegar a un poblado próximo.
Ya oscurecía, no pasaban carros, no teníamos señal y el problema era serio. Le reclamé por lo sucedido, solo se encogió de brazos y agachó la cabeza. Estuvimos esperando por horas por una señal de alguien, pero fue en vano.
Él quería ir hasta el poblado más próximo, conseguir ayuda y regresar. Era muy arriesgado ya que comenzaba a obscurecer... de tanto decirme terminé cediendo. Vació una mochila y echó lo esencial, agua, un poco de comida y una manta. Estaba aterrada por él ya que me aterraba la idea de que algo le fuera a pasar. Agarró las cosas y una linterna, se despidió de mi con un beso. Aún recuerdo sus palabras: "Regreso pronto".
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Me desperté sudando, mi corazón latía tan fuerte que lo podía escuchar, traté de tranquilizarme ya que solo era un sueño, una pesadilla. En ese instante el carro se sacudió como si alfo hubiera caído encima, dí un grito de terror y comencé a ver como algo se deslizaba por la puerta del conductor, tenía ropa negra y muy gastada; cargaba un saco. Cuando se deslizó por completo quedé impactada por lo que era, no tengo palabras para describir su cara, sus ojos estaban cocidos, tenía muy poco cabello y se miraba muy sucio. Tocó la ventana y cuando parecía que mi susto no podía ser mayor, me enseñó lo que tenia dentro del saco... Era él, mi esposo, las partes de su cuerpo desolladas... Sentí como mi sangre se helaba y mis ojos desorbitaban, mi respiración era acelerada. Todo era obscuridad que invadía mi ser. Me estaba desvaneciendo, lo último que vi fueron sus afilados dientes mientras me mostraba una lúgubre sonrisa...
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Mi gusto por los viajes desapareció, estoy viviendo una vida lejos de todo lo relacionado con ellos, de mi esposo sigo sin saber nada hasta la fecha; sigue sin ningún rastro... aunque en parte ya he olvidado esa horrible vivencia, aún tengo pesadillas por las noches y hay algo que nunca podré olvidar, esa sonrisa tan macabra, esos dientes afilados y penetrantes, son cosas que jamás olvidaré de ese viaje fallido...
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